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STATEMENT

Artista visual y grabadora. Desde sus primeras producciones, su obra se ha desarrollado como una investigación persistente sobre la expansión de los límites materiales, formales y simbólicos del grabado y su tradicional bidimensionalidad.

 

A través de una práctica en la que el pensamiento visual, la elección técnica y el posicionamiento político se entrelazan, Cristina ha consolidado un cuerpo de obra que tensiona las estructuras del lenguaje gráfico para volverlo poroso, rizomático, contingente.

Su trabajo parte de preguntas situadas: ¿cómo se imprime el mundo en crisis sobre nuestros cuerpos, nuestras decisiones y nuestras prácticas? ¿Cómo producir imágenes que no ilustren una catástrofe sino que la hagan vibrar? Lejos de un gesto de denuncia unívoco, sus obras proponen una forma de interpelación sensible, donde lo político no se grita, sino que se deja entrever en capas de materia, en fragmentos, en estructuras repetidas que se descomponen o se expanden.

Su práctica se funda en el cruce entre pensamiento crítico, intuición poética y experimentación técnica. Desde allí, cada obra y cada serie son parte de un sistema modular que no cierra, sino que se actualiza en cada nueva operación. Cristina produce obras que remiten a sistemas en crisis: placas tectónicas, mapas, redes hídricas, construcciones arquitectónicas, líneas de fuga, huellas, repeticiones fallidas, fragmentos que se acumulan sin llegar a conformar un todo estable. Estas formas no aparecen como símbolos acabados, sino como superficies abiertas que se construyen desde una lógica de trabajo rizomática, en la que cada pieza puede ser parte de múltiples combinatorias posibles.

Uno de los elementos centrales de su producción es la reutilización de matrices, papeles y materiales de obras anteriores. Esta operación no sólo tiene una dimensión práctica, sino que a su vez,  propone una ética del residuo, donde cada fragmento conserva una memoria visual y conceptual, y se integra a nuevas constelaciones. Esa circularidad —técnica y poética— es también una afirmación del proceso como núcleo de su producción.

Las investigaciones matéricas de Cristina Duro desplazan el grabado hacia territorios inestables, incorporando cortes, pliegues, hilos, calados, marcas manuales y desgastes. El soporte se transforma: deja de ser plano y mudo, se arruga, se rasga, se borda. En sus obras recientes, el bordado —incorporado como gesto delicado y reparador— suma una dimensión sensible que convive con la fuerza tectónica de sus composiciones. La tela y el hilo aparecen no como ornamento, sino como línea de pensamiento visual.

En sus últimas series, se percibe una insistencia por trabajar con el concepto de módulo, tanto en lo visual como en lo estructural. El módulo le permite fragmentar el espacio, multiplicar los sentidos y generar una gramática propia: ni abstracta ni figurativa, sino diagramática. Estas piezas proponen lecturas abiertas, permiten ser montadas de distintos modos, y funcionan como un sistema abierto de relecturas posibles.

El trabajo de Cristina Duro interpela la dimensión sensible de las estructuras que nos organizan. Lo hace desde una poética que no busca representar lo real, sino señalar sus fisuras. En ese gesto, cada obra es una pregunta extendida en el tiempo, una huella de lo que está por desmoronarse, pero también de lo que persiste.

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